Te presentamos a dos coleccionistas de baldosas hidráulicas que iniciaron su afición casi al azar y hoy cuentan con una increíble  variedad y cantidad de piezas, rescatadas de contenedores en las calles de Barcelona. Entretanto, guardan este material en galpones y hasta en terrazas y pasillos de sus casas, a la espera que las autoridades de la cultura de Cataluña den el vamos a un MUSEO DE LA BALDOSA HIDRÁULICA. Casi lo han conseguido.

 

Joan Moliner, nuestro primer cazador de baldosas hidráulicas en Barcelona: 

Instagram:@rajolesdebarcelona

 

Joan Moliner, de 57 años, tiene dos trabajos: el primero como asesor legal y el segundo como cazador de baldosas hidráulicas en escombros de viviendas en Barcelona. El barcelonés pedalea cada mañana en su bicicleta Brompton desde Vallcarca hasta plaza Catalunya para cumplir con su horario laboral en la oficina. De vuelta a casa, va ojeando la calle para ver si encuentra escombros repletos de estos ejemplares que pueda llevarse en su mochila. Hasta la fecha, ha rescatado 2.000 piezas.

   Joan Moliner colecciona baldosas hidráulicas en su terraza

Patrimonio histórico y artístico

Para Joan, hacer esta recolecta no es una «simple afición», sino que supone una década de dedicación para «denunciar la pérdida de patrimonio histórico y artístico» en Barcelona. El mosaico hidráulico, asociado al modernismo, se popularizó en la capital catalana a finales del siglo XIX, en la década de 1870.

Durante esa época, los fabricantes encargaron diseños a destacados artistas como Domènech i Montaner y Alexandre de Riquer para decorar los suelos de numerosos edificios. Un ejemplo de ello es el diseño hexagonal de Antoni Gaudí para la Casa Batlló, encargado por la fábrica Escofet i Cia, que, aunque no llegó a tiempo para ese edificio, se utilizó posteriormente en la Casa Milà y hoy en día adorna las aceras del paseo de Gràcia.

En Barcelona y sus alrededores hubo varias fábricas punteras que se dedicaron a la producción de baldosas hidráulicas, entre ellas destaca Escofet –la más conocida–, M. C. Bustems, Orsola, Solà i Cia o Teòtim Fortuny. Sin embargo, según Moliner, en la actualidad «ya no subsiste ninguna fábrica de este tipo en la ciudad

Registro de la baldosa

 Cuando Moliner ve una baldosa desechada en la calle, se transporta de inmediato a su niñez: «El primer recuerdo que tengo de la baldosa es en casa de mi abuela en Ciutat Vella, cuando iba por el suelo gateando», recuerda, a la vez que agrega que le gustaba dibujar sus distintos diseños.

Ahora no las dibuja, pero las limpia con martillo y rasqueta para quitarles el cemento y graba siempre la calle y el edificio de donde las ha sacado. De esta manera, Moliner puede observar las marcas y escrituras que los fabricantes colocaron en la parte posterior de las baldosas. Estas marcas, que suelen ser el nombre de la empresa, le facilitan comparar el diseño con los que están en los catálogos de los fabricantes que ha recolectado de librerías antiguas y de internet.

Economía circular 

No obstante, Moliner es consciente que no puede conservar en su terrado todas las baldosas que se encuentra en la calle y apuesta por una economía circular: «Tengo que darles salida, por eso las vuelvo a poner en el mercado como objetos de decoración«, explica a este digital.

El coleccionista ha realizado envíos por correo a nivel local, nacional e incluso internacional. «La baldosa tiene un componente emocional bastante fuerte: algunos me trae su propia baldosa para que se la limpie y enmarque, mientras que otros se enamoran de diseños específicos», señala.

Los pedidos llegan de los usuarios que le siguen en sus tres cuentas de Instagram: Rajoles de Barcelona, que cuenta ya con 3.800 seguidores, Colecció Rajoles de Barcelona y Espai Rajola. Su objetivo es poder llegar a tener una web y una empresa para ofrecer una salida a estas baldosas y continuar con el proceso de recuperación.

Colección de baldosas en el terrado de Joan Moliner

Por qué se desechan

Moliner subraya que no hay día que no recupere uno de estos ejemplares, ya que suelen lanzarse a la basura con mucha facilidad en las reformas de viviendas. «Las inmobiliarias y constructuras no cuentan con el tiempo, dinero y los operarios que requiere sacar las baldosas sin que se rompan, quieren ir rápido y poner parquet» asegura. Así se lo han contado a él los propios albañiles.

Los mismos, que ya le conocen, son los encargados de informarle cuando desechan las baldosas. Le dicen: «Elige la que quieras«, y también sus seguidores de Instagram le notifican a través de la red social si encuentran alguna de estas piezas.

Cuando alguien le avisa acerca de una de estas reliquias de la albañilería, sin importar lo que esté haciendo, Moliner se dirige rápidamente hacia el lugar. «Una vez estaba con mis amigos tomando algo y un compañero de la construcción me avisó que iban a cubrir unas baldosas: «Si quieres pasar antes de que lo hagan, ven y toma algunas'», relata. Y así lo hace siempre: esté donde esté, se desplaza hacia el paradero en su Brompton.

ver artículo:https://metropoliabierta.elespanol.com/vivir-en-barcelona/20240210/joan-el-cazador-de-baldosas-hidraulicas-en-barcelona-ejemplares-rescatados-entre-los-escombros/830416986_0.html



Joel Cánovas, nuestro segundo cazador de baldosas hidráulicas en Barcelona

Instagram:@i_rescue_tile

Joel Cánovas, rodeado de su ingente colección de baldosas hidráulicas,

El entusiasmo es una virtud que encaja a la perfección con la personalidad de Joel Cánovas(Andorra, 1983), el principal responsable de un proyecto que, si todo va bien, fructificará en la apertura de un museo dentro de pocos meses dedicado a un tipo de pavimento muy relacionado con Barcelona, la baldosa hidráulica. De hecho, de baldosas de este tipo se han hecho históricamente en muchos lugares -curiosamente, pasaron de largo por Andorra- pero en la capital catalana se relacionan con los edificios antiguos, sobre todo de los distritos de Ciutat Vella y el Eixample, una especie de huella de la solera y la clase de muchas viviendas, y por encima de todo, un estallido de colores y de diseños que no tiene nada que ver con las baldosas más modernas que forman parte de tierras y paredes de los edificios más actuales.

Cánovas es un entusiasta, ya se ha dicho, que poco a poco ha ido construyendo una impresionante colección de baldosas hidráulicas, con más de 3.500 modelos diferentes, gran parte de ellas recogidas de sacos de escombros de las calles, producto de rehabilitaciones de viviendas con ninguna sensibilidad para la conservación de un pavimento que, más allá de su funcionalidad, forma parte del patrimonio artístico. «Todo empezó después de hacer unas cervezas en Gràcia y con un amigo encontrar cuatro en un saco», relata Cánovas en conversación con cat, y poco a poco la bola se fue haciendo grande: «al cabo de una semana teníamos veinte, al mes una cincuentena».

De un día por otro, el afán por ‘cazar’ baldosas se convirtió casi en una obsesión, y con la ayuda de una cuenta en Instagram, @i_rescue_tiles, «todo se volvió un poco loco». De sopetón, Cánovas recibía información de sitios donde había baldosas abandonadas y, más adelante, avisos de particulares que lo invitaban a recoger las que tenían en el piso antes de afrontar una rehabilitación. El resultado ocho años después, miles de baldosas -más de 3.500 modelos pero cada uno en cantidades diferentes y variaciones muy diversas-, que se ha ido amontonando en un local en Gràcia, en palets a la intemperie en Manresa y en Gavàe, incluso, «en casa de mi abuela en la Seu d’Urgell».

A medida que la colección se iba haciendo grande y más dispersa, cada vez corría más prisa encontrar un local que las pudiera reunir a todas y que, además, tuviera algún sentido y coherencia. De aquí sale la idea de hacer un museo: «Tuve la suerte de encontrar a una persona que se animó a lanzarse conmigo a la piscina, Enric Rebordosa, con quien decidimos buscar un lugar para exponer las baldosas». Rebordosa es propietario de bares de Barcelona como La Confiteria, Alegria, El Maravillas y Paradiso, y entre los dos tuvieron la suerte de encontrar «un lugar espectacular, la antigua Fàbrica Vilella».

De hecho, el espacio del futuro museo ya llama la atención desde fuera. Se trata de un local situado en el paseo de l’Exposició, 95, en el Poble-sec, justo al pie de Montjuïc. Un letrero con el nombre Vilella pintado en letras rojas y que «obviamente» se conservará es el principal reclamo exterior. Fue construido en 1906 por el arquitecto Salvador Puiggrós i Figueras y durante una setentena de años fue una popular fábrica de sifones. Posteriormente, se convirtió en una floristería y finalmente fue un teatro. El futuro museo ocupará toda la planta baja, de más de 500 metros cuadrados, mientras que el primer piso está ocupado por viviendas.

             «Es un lugar espectacular-reitera Cánovas-, porque de entrada no nos podíamos imaginar encontrar un espacio de 500 metros cuadrados que se adecuara a nuestras necesidades». «Al encontrarlo podemos permitirnos hacer el museo, que es una de las ideas que siempre ha estado en la cabeza, conservar y algún día exponer las piezas». Con todo, la idea con que trabajan Cánovas y Rebordosa es la de crear un espacio «que no sea sólo un museo, sino también un espacio de conocimiento«. Por eso, el proyecto incluye exposiciones fijas y temporales, pero también talleres de baldosas y esgrafiados, venta de baldosas y servicio de bar. «Queremos dar a conocer la baldosa y darle el valor que se merece», asegura Cánovas, que ya imagina el local abierto a grupos de escolares y de personas mayores.

ver artículo :https://www.elnacional.cat/es/barcelona/joel-canovas-entusiasta-abrira-museo-baldosa-hidraulica-barcelona_724587_102.html